Los días cálidos y soleados, la pequeña Olivia podía salir a jugar al jardín de su casa. Un sinfín de actividades se presentaban ante ella provocándola a veces esa desazón que se siente cuando hay tantas cosas por hacer y uno sabe que no tiene tiempo para todo. Visitar el hormiguero secreto en la esquina del olivo, observar el paso de las aves hacia quién sabe dónde, arrancar briznas de hierba cuando jugaba a ser chef con su mini batería de cocina, escarbar en el tiesto de la hierbabuena donde solía encontrar bichos interesantes, hablar a través de la verja con los gemelos que vivían en el patio colindante… tocar, oír, oler, ver… todas esas cosas hacían que le encantaran esos momentos.
Pero los días fríos y oscuros, ¡ay esos días! ¡Esos días eran aún mejores! El padre de Olivia preparaba entonces actividades para hacer juntos en el salón, escenarios en los que la pequeña podía imaginarse que era buzo en el fondo del mar o astronauta en la luna, juegos en los que aprendía casi sin darse cuenta a leer o a contar a la vez que descubría el apasionante mundo de las abejas o increíbles experimentos en los que metía las manos en bolsas opacas y tocando lo que había dentro, solo tocando, sin mirar, tenía que adivinar de qué objeto se trataba.
Sí, Olivia sabía muchas cosas. Algunas de los paraísos cercanos de su jardín a través de sus visitas, pero también otras sobre lugares mucho más lejanos gracias a esos ratos que pasaba con su padre y en los que el universo entero entraba en su salón y los unía a ambos en un lazo de complicidad y disfrute.
A uno y otro lado del ventanal que separaba el salón del jardín, la pequeña aprendía, experimentaba y crecía… porque crecer no es solo ganar centímetros.
Juguetes didácticos y juguetes sensoriales
Jugar, según una de las definiciones de la Real Academia de la Lengua es “hacer algo con alegría, con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas capacidades”. Hay una segunda definición en la que se define como “travesear, retozar”.
Los animales juegan cuando son cachorros para aprender a cazar, a defenderse, a escapar, etc. Y los humanos hacemos exactamente lo mismo, pero nuestros aprendizajes no se limitan a lo físico, sino que también tienen mucho contenido emocional e intelectual.
Juego pueden ser muchas cosas, en realidad todas las que se engloban dentro de las anteriores definiciones, pero hay un tipo en especial para el que es importante que reservemos momentos y espacio con nuestros hijos: es el juego didáctico.
El juego didáctico o educativo es aquel que a través del entretenimiento y la diversión aplica técnicas de enseñanza, es decir, se produce un aprendizaje lúdico.
UNICEF publicó en 2018 un estudio (UNICEF-Lego Foundation. Aprendizaje a través del juego) en el que defiende el refuerzo del aprendizaje a través del juego en los programas de educación en la primera infancia. El estudio se basa en investigaciones hechas durante tres décadas en la que se ha concluido que “el periodo más importante del desarrollo humano es el que comprende desde el nacimiento hasta los 8 años de edad”. Enuncia también en sus conclusiones que “durante esos años, el desarrollo de las competencias cognitivas, el bienestar emocional, la competencia social y una buena salud física y mental forman una sólida base para el éxito como adulto”. Además, en el documento se aboga también por la implicación y participación de la familia en ese camino.
Puedes leer el informe completo aquí: https://www.unicef.org/sites/default/files/2019-01/UNICEF-Lego-Foundation-Aprendizaje-a-traves-del-juego.pdf
Teniendo en cuenta todo lo que acabamos de contar, un juguete didáctico (a través del que se pueden vivir experiencias y adquirir conocimientos) sería el complemento perfecto para el aprendizaje ídem. Y respecto al juego sensorial está enmarcado dentro del juego didáctico, pero con las tintas más cargadas en la experimentación a través de los sentidos.
¿Sabes qué ventajas tiene el aprendizaje lúdico para los niños?
Aprender de forma lúdica es mucho mejor para nuestros pequeños y les aporta las siguientes ventajas:
- Mejora la capacidad de atención y concentración.
- Amplía el abanico de intereses del niño.
- Estimula la observación y el uso de los sentidos.
- Desarrolla su imaginación.
- Aumenta la autoestima y la autonomía.
- Entrena las capacidades sociales de los pequeños.
En definitiva, el juego lúdico, y si además supone un tiempo compartido entre la familia es el mejor modo de estimular el desarrollo de los más pequeños de la casa porque, como ya hemos dicho… crecer no es solo ganar centímetros.